miércoles, 28 de diciembre de 2011

Los templos milenarios de Kyoto

Con unas dimensiones similares a las de Granada y Salamanca, Kioto fue la antigua sede imperial de Japón, y actualmente concentra casi el 20% de los tesoros nacionales: 1.800 templos y 17 monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (trece templos budistas, tres santuarios sintoístas y un castillo). La primavera, cuando los cerezos están en flor, y el otoño, con sus característicos arces de hoja roja, son las estaciones más adecuadas para visitar Kioto. Para conocer el alma de la ciudad, hay que cruzar el río Kamo y adentrarse en Higashiyama, el distrito en el que se localizan los templos más bonitos, además del núcleo de Gion, el tradicional barrio de las geishas.


El primer monumento Patrimonio de la Humanidad con el que se encontrará el viajero es el templo Kiyomizu-dera, construido sobre una cascada y sostenido por 139 pilares de madera. Pero lo que más atrae al visitante en Higashiyama es Gion, «el barrio de las geishas», mujeres artistas que cultivan desde la adolescencia la música, la poesía y el arte de la conversación. Entre los templos de interés se encuentran el Pabellón de Oro (Kinkaku-ji), templo cubierto de pan de oro; Saihô-ji y su prohibido jardín de musgo; Ryoan-ji y Daisen-in, con sus enigmáticos jardines de piedra; así como el templo Tenryû-ji, construido como lugar de reposo de un emperador desterrado que se había convertido en dragón. El final de este itinerario deberían ser los vestigios imperiales de la ciudad, situados prácticamente en el centro de Kioto: el recinto de Shinsen-en y el castillo Nijo, paradigmas de la calma y la perfección que una vez albergaron. 

La capital imperial de Japón (años 794-1868) atesora los templos más famosos del país y la esencia de la cultura nipona. El centro histórico es Patrimonio de la Humanidad desde 1994. La ciudad se localiza 525 km al sur de Tokio.  

sábado, 17 de diciembre de 2011

Merlín el mago

Derivada de una antigua tradición oral galesa, la fascinante leyenda de Merlín, profeta, consejero del rey Arturo y artífice de la Tabla Redonda, dominó la imaginación de la Europa medieval.

La figura del mago Merlín, entre profeta fabuloso y hechicero  diabólico, surge de antiguas leyendas galesas y toma forma en la tradición literaria del ciclo artúrico: aparece como el consejero y protector del mítico rey Arturo. Con su magia, Merlín participó en el nacimiento del monarca britano y fue él quien lo educó y le aconsejó instituir la célebre Tabla Redonda. Luego se retiró a un bosque y desapareció misteriosamente algo antes de que Arturo se topara con su enigmático final. La Historia de los Reyes de Bretaña (1236), obra mayor del escritor Geoffrey de Monmouth, catapultó definitivamente la figura de Merlín en la literatura europea. Geoffrey se basó en un antiguo personaje al que los relatos galeses llaman Myrddin y que procedía de Camarthen. 



Según cuenta Geoffrey en su obra, Merlín nació de una doncella preñada por un diablo y siendo aún un niño fue llevado ante el rey británico Vortigern para ser sacrificado, pero se salvó gracias a sus profecías. Más tarde, convertido en consejero del rey Uther Pendragon, disfrazó a éste con la figura del duque de Cornualles, y así Uther penetró en su fortaleza y se acostó con su esposa Igerna, encuentro del que nació el rey Arturo. Merlín se retiró a una existencia solitaria en medio de oscuros bosques, desde donde predijo los nefastos destinos de Britania, amenazada por invasores sajones. Arturo, mencionado por Geoffrey de Monmouth y que tiene un discutido trasfondo histórico en un antiguo rey britano que vivió entre los siglos V y VI, es entregado por Merlín a sir Héctor para que lo crié como su hijo hasta el famoso episodio en que se hace con la espada Excalibur. Tras su muerte, Arturo se queda en la isla de Avalon esperando un retorno mítico.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El misterio de los hititas

Del siglo XVII al XII a.C., un gran imperio dominó la península de Anatolia (en la actual Turquía) y el norte de Siria. Eran los hititas, un pueblo que desapareció de la historia sin dejar rastro hasta que hace algo más de un siglo los arqueológos descubrieron su capital y descifraron su escritura, que reveló su gloriosa historia a los estudiosos.



Tres mil años. Ése es el tiempo que uno de los más poderosos reinos del Próximo Oriente tuvo que aguardar para emerger de la oscuridad, hasta que el descubrimiento de su capital y el desciframiento de su lengua reveló toda su gloria a los estudiosos. Un poderoso imperio dominó durante cinco siglos la península de Anatolia (la parte asiática de la actual Turquía) y el norte de Siria. Desde el siglo XVII a.C., sus ejércitos sometieron a príncipes y soberanos de todo el Próximo Oriente, y desafiaron a los mismísimos faraones de Egipto. Pero hacia 1200 a.C., su capital, Hattusa, fue destruida, y aquel imperio desapareció. Era el reino de los hititas, maestros en el arte de la guerra, hábiles en el trabajo de los metales, devotos de cientos de dioses. Quizá su imperio se hundió por las embestidas de los Pueblos del Mar, grandes movimientos migratorios cuyo rastro de destrucción marca el paso de la Edad del Bronce a la Edad del Hierro en el Mediterráneo oriental. Pero la civilización hitita no desapareció: pervivió hasta finales del siglo VIII a.C. en los llamados reinos neohititas. El auténtico punto final del mundo hitita llegó en 717 a.C., cuando los asirios destruyeron Karkemish, la capital del último de esos reinos. Desde entonces, los hititas pasaron a ser unos desconocidos absolutos en la historia


El camino que llevó al redescubrimiento de aquella antigua civilización arranca en 1833, año en que el joven arquitecto francés Charles Texier fue comisionado por el gobierno de su país para realizar una expedición por Asia Menor -entonces perteneciente al Imperio otomano, como todo el Próximo Oriente- a la búsqueda de ruinas arqueológicas de época clásica. Al año siguiente, mientras buscaba las ruinas de la antigua ciudad romana de Pteria, encontró cerca del pueblecito de Bogazköy, a 200 kilómetros al este de Ankara (la actual capital de Turquía), las ruinas de una gran ciudad que no parecía en absoluto de época romana.

 En 1876, como producto de una intuición arriesgada, el asiriólogo británico Archibald Henry Sayce propuso que los jeroglíficos hallados en Hama eran la escritura propia de los hititas, un pueblo que hasta el momento sólo era conocido por unas referencias más bien vagas del Antiguo Testamento. Según Sayce, lo hititas no eran un pueblo más de entre los vecinos de Israel, sino que habían constituido un gran imperio. El hitita es la lengua anatolia de la que se han conservado más textos y que conocemos mejor; su importancia es muy grande, pues se trata de la lengua de la familia indoeuropea que cuenta con testimonios más antiguos.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Plantas carnívoras con trampas subterráneas

Descubren plantas carnívoras que usan un sistema para atrapar, digerir y absorber nutrientes de nematodos que habitan el suelo.

Las plantas carnívoras nos producen una especial fascinación porque sus atributos les acercan a algunas características animales. Ya en 1875 Charles Darwin dijo que eran “las plantas más maravillosas del mundo”. Pese al adjetivo con el que las designamos, en realidad son más bien insectívoras y en contadas ocasiones digieren otro tipo de animales.

Ahora se ha descubierto una planta carnívora que usa un sistema subterráneo para atrapar gusanos (nematodos). Básicamente consiste en unas minúsculas hojas adhesivas que están bajo tierra. Es la primera vez que se describe una planta de este tipo.


La planta es originaria de la sabana de Brasil, en la región de Cerrado, es del género Philcoxia y de la familia Plantaginaceae. Aunque fue descrita por primera vez para la ciencia en 2001, es ahora cuando han descubierto su curiosa habilidad. Se trata de tres especies distintas: Philcoxia minensises, P. bahiensis y P. goiasensis, que viven en tres áreas restringidas diferentes caracterizadas por suelos arenosos y por tener mucha luz solar.